Del diario de Talitha Symarast
3 de Lamashan del 4707 CA
Reanudo la crónica. Es de noche y pronto habré de acostarme, mañana nos espera un día duro. En realidad poco tengo que contar ya.
Así que llegamos a la fábrica sumidos en un mar de dudas, y hechos polvo. Cuál sería nuestro aspecto que los guardias que vigilaban la entrada se asustaron al vernos. Hel intentó que la cosa no trascendiera de allí, pero con poco éxito, como se vio después.
Fuimos a la catedral, tanto para pedir ayuda curativa al padre Zanthus, como para solicitar su consejo. Yo intenté describirle lo mejor posible lo que habíamos vivido allí abajo, con un énfasis especial en el duendillo molesto de la extraña catedral consagrada a la Madre. Pero tal vez mi descripción no fuera muy adecuada –su cuerpecillo feúcho, alado y pellejudo, su vocecilla estridente, sus ojitos maliciosos, la forma en que conjuraba… desde luego no era un mago, hubiera reconocido a un colega por muy raro que fuese, pero tampoco era un clérigo al uso, ni ningún otro tipo de mágico con el que me hubiera encontrado antes…-, pues el padre no fue capaz de dilucidar gran cosa de ella.
Hicimos planes en la misma catedral, decididos a no cometer los mismos errores. ¿Qué la brujita feérica –o lo que fuera- no podía ser abatida por la fuerza de las armas? (Muy rápida y esquiva era para eso) No importaba, la atraparíamos de otras formas. Usar una red de pescador a modo de caza

Acabábamos de reunir los pertrechos y enseres necesarios para llevar a cabo nuestros planes cuando nos llegó la noticia de que se estaba fraguando otro tumulto delante de la fábrica. Esta vez no fuimos capaz de pararlo; nuestros conciudadanos tienen cierta fijación malsana acerca de lo buena que es la purificación por fuego, y estaban convencidos de que no nos atreveríamos a bajar otra vez porque no lo habíamos hecho ya. ¡Hay que ver qué paciencia tenemos que tener! ¡Como si fuera sensato bajar de nuevo, aún heridos y sin magia! ¡Si es que cuando dicen que el pueblo es la gente sencilla deberían decir la gente simple! Vaya falta de visión y muestra de nula inteligencia.
Por suerte, se nos ocurrió llamar a la alcaldesa para que lidiara ella con aquel lío. Tiene más mano que nosotros tratando con la gente, y para entonces estábamos ya cansados y hastiados. Como si no fuera suficiente que nos hubieran dado una soberana paliza, nos lo agradecían así. Ah, qué pronto se ha olvidado eso de los Héroes de Cala Arenosa. Si es que la fama es verdaderamente efímera…
No importa, ya pasó. Mañana bajaremos. La brujita nos espera. Me quedaré con sus pulseras a modo de recuerdo, si es que consigo usarlas como anillos.
Maldito bicho…
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