ADVERTENCIA: Esta crónica, como es obvio, contiene importantes SPOILERS sobre la campaña que narra, así que nadie que pretenda jugar Rise of Runelords debería leerla. Si ya estas jugando la campaña y has terminado la primera aventura no deberías tener problema al leerla.
Del diario de Talitha Symarast
9 de Lamashan del 4707 CA
Habíamos sido cinco los que acudimos allí. Quedábamos tres: Shalelu, mi hermano y yo. A aquellas alturas me avergonzaba de mis sueños infantiles de una vida de aventuras. El precio parecía ser demasiado alto.
Cuando tratábamos de salir de aquel lugar acabamos metiéndonos en la capilla. Por qué lo hicimos no sé decirlo… ni siquiera podía ser curiosidad, a aquellas alturas. Tal vez fue rabia hacia la diosa que se había cobrado la vida de nuestros dos compañeros.
Pero no hubo tiempo para pensar en ello. Esta vez el templo no estaba vacío; un inmenso mastín infernal nos atacó con saña. La lucha fue dura, y no fue menos sorprendente que acudiese en nuestra ayuda nada más ni nada menos que uno de los amigos de Nualia… un tal Orik Vancaskerkin.
Más tarde nos contó su historia. Nualia le había embaucado, como a tantos otros. El joven me cayó bien. Era un mochuelo de ojos grandes, pero qué se le iba a hacer. Había cosas peores que ser ingenuo, como habíamos comprobado ya. Eso sí, ya en los primeros cinco minutos había cometido tal cantidad de meteduras de pata verbales que me hizo convencerme que el chico tendría una vida corta. Si no lo mataba yo, lo mataría cualquier otro.
En todo caso al fin conseguimos lo que habíamos ido a buscar, las cenizas del padre Ezequiel. Mientras las recogíamos Orik nos habló de Bruthazmus, el último que quedaba de los esbirros de Nualia. Fuimos a ajustarle las cuentas, y le encontramos refugiándose en el harén de Ripnugget. Estábamos intentando que saliera y nos enfrentara cuando oímos ruidos procedentes de las escaleras. ¡Juro que por un momento pensé que habían llegado refuerzos goblins!
Pero no, eran dos humanos, una mujer joven de aspecto desenfadado y un hombre con aspecto de haberse tragado un palo, tan rígido parecía. La joven se echó encima de Orik, pues al parecer era amiga suya y había venido a buscarle desde Puerto Enigma. Eso era amistad y lo demás son tonterías.
Yma y Raegar, se llamaban. Con su ayuda irrumpimos en el harén, decididos a no dejar que Bruthazmus escapara. No hablaré de la triste visión de las goblins desnudas, ni de los bebés goblins encerrados en jaulas, simplemente escupiré una maldición a ese bruto de osgo, y sus flechas asesinas. ¡Espero que haya retornado al regazo de la Madre de Monstruos!
Después de tantos sinsabores mi hermano decidió que merecíamos una recompensa mejor. Así que, ya que estábamos allí, fuimos a recoger las riquezas que los goblins habían robado a la esforzada gente de aquella región.
Ay, debimos saber que Desna nos volvería la espalda… ya teníamos el oro en nuestras manos, ya nos maravillábamos con lo mucho que aquellos pequeños salvajes habían logrado rapiñar, cuando lo oímos.
Venían, los goblins venían…
Demasiados para nosotros. Thaerdan casi se echó a llorar, ¡dejar pasar semejante oportunidad! Pero no había tiempo para hacer nada más. Nos llenamos los bolsillos apresuradamente, y huimos, con mi hermano gruñendo, maldiciendo y gimiendo.
Volvíamos a casa…
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