Trasfondo 1: Julio da Khovara:
Descripción:
Julio es de altura media y complexión ligera y felina. Si bien esta en forma se le notan los años pasados en la corte de los Khovara. Es moreno, pero algo menos que la media zingaria de un tono casi dorado. En su pelo azabache luce algunos brillantes mechones castaños claros, de color canela, heredados de su madre. Sus ojos lucen el fiero verde de los Khovara y demuestran ingenio y una insaciable curiosidad. Julio luce el característico mostacho zingario bien arreglado.
Historia:
Mi nombre es Julio da Khovara, y esta es mi historia. Nací en el señorío Zesnit, hijo del barón Rodrigo da Khovara, señor de aquellos aquellas tierras. Las tierras de Zesnit son muy fértiles, enclavadas cerca de los bosques del este pero en un ramal tranquilo, por lo que los necrófagos que asolan el Bosque Negro apenas son vistos nunca por ahí. El mayor problema del señorío suele provenir de los Aquilonios, pero sobretodo de otros nobles que se apoderarían del señorío a la menor oportunidad, si el miedo a mi padre no se lo impidiese.
Mi padre es un hombre duro pero honorable que no nació de noble cuna. Nunca he llegado a conocer los auténticos orígenes de mi padre, y a buen seguro nadie excepto Gunthar, un gunderlano, antiguo compañero de mi padre y ahora jefe de armas de su casa, lo sabría, pero lo que sí que se es que lucho como capitán bajo las ordenes de Gebellez da Khovara, mi abuelo, en la última guerra con Aquilonia. Rodrigo consiguió mediante una hábil estrategia y demostrando lealtad fuera de toda duda al romper el cerco aquilonio y envolverlos por el flanco. Las pérdidas aquilonias aun se recuerdan en las canciones de mi patria. Tras aquello Gebellez ascendió a mi padre a caballero y lo caso con su hija, Neva. Pocos años después Gebbelez cayó traicionado por un noble rival que esperaba encontrar poca resistencia ante un plebeyo ascendido. Los supervivientes del asalto que asoló su castillo a la mañana siguiente podrían haberse contado con los dedos de las manos.
La z marca el feudo de Zesnit.
Mi hermano, Augustus, nació apenas un mes después de la muerte de Gebellez, y yo le seguí cuatro años después, seguido de mi hermana Elisa otros dos años después. Crecimos en una relativa tranquilidad, si, habían combates y roces con algún noble vecino, pero normalmente eran combates de escasa importancia, pero la mayoría sucedían lejos de casa, con mi padre apoyando a diversos aliados suyos o castigando asaltos contra nuestros súbditos. Fue por ello y por las historias que escuchamos de pequeños que crecimos adorando a Rodrigo como a un héroe. Pero esta tranquilidad fue rota hace cuatro años, cuando Augustus tenia dieciocho años, la edad que tengo yo ahora.
Augustus había sido siempre la viva imagen de mi padre, fuerte, de firmes convicciones y mente ágil como un cuchillo kothio. Por eso fue tan duro el golpe cuando murió. Ese día estábamos volviendo mi madre, mis hermanos y yo de la boda de una prima de mi madre a la que mi padre, como de costumbre, no había podido acudir. De repente fuimos atacados por bandidos. La verdad es que no recuerdo mucho de aquello, solo sé que el miedo me rompió. Por lo que Gunthar me dijo habían encontrado el cuerpo de mi hermano rodeado de una docena de aquellos rufianes, él nos salvó a costa de su vida. Y desde aquel día me he esforzado por ser merecedor del apellido de mi familia, siempre había vivido bajo la protectora sombra de mi padre y de mi hermano, pero ahora me sentía obligado a ser merecedor de nuestro linaje. Pero el miedo de mi padre a volver a perder a uno de sus hijos hizo que los choques entre nosotros se multiplicasen. Sé que lo entendía, entendía bien mi necesidad de probarme, de ser digno, pero el miedo a volver a perder a uno de los suyos se imponía a todo y a todos. Siempre me encontraba bajo vigilancia cuando había algún problema, y en más de una ocasión fui castigado. Al final mi padre vio que tenía que ceder o me perdería definitivamente y decidió enviarme al feudo de los Volgra, unos viejos aliados de mi padre y de mi abuelo cuyo feudo se encontraba en una zona relativamente tranquila, con apenas algún problema con los pictos.
Pero no hice este viaje solo. Me acompaño Eithriall, un cimmeria, bárbaros que habitan más allá de las montañas del norte de Gunderland, donde ningún hyborio ha puesto el pie en años. Conocí a Eithriall en una posada en medio de una pelea de la que me libro, y tras aquello iniciamos una amistad que dura hasta el día de hoy. Si bien mi padre nunca se congració con él si que vio algo positivo en que me acompañase uno de esos rudos montañeses. Seguramente creía que mientras me protegía me haría alejarme de la vida aventurera con sus modales, aunque al parecer nos subestimó a alguno de los dos.
PNJs:
Gebellez da Khovara: Mi abuelo materno. Muerto.
Neva da Khovara: Madre.
Rodrigo da Khovara: Padre.
Augustus da Khovara: Hermano mayor. Muerto.
Elisa da Khovara: Hermana menor (16 años).
Gunthar: Gunderlano amigo de mi padre, capitán de la guardia de los Khovara.
Trasfondo 2: Thomas Steindhal:
Nombre: Thomas Steindhal
Edad: 39 años
Altura: 1.79
Peso: 81 kilos
Ojos: Azules, habitualmente usa gafas para leer por vista cansada.
Pelo: Rubio ceniza.
Grupo sanguíneo: B+
Estado Civil: Soltero
Familiares cercanos: Victor Steindhal, padre, fallecido; Lis Mergher, madre, fallecida, Anthon Steindhall, abuelo, 81 años.
Residencia: Koppen-Platz 32, 4ºB (Berlín Oeste).
Thomas Steindhal llevaba quince años como detective de homicidios, quince años cargados de grandes casos y pocos errores que le habían valido el titulo de primer detective en el departamento de crímenes especiales de la ciudad de Berlín. Sus años en homicidios y más tarde en crímenes especiales le habían endurecido, aunque también, en opinión de muchos, le habían arrebatado todo retazo de algo que pudiese llamarse vida social.
Pero antaño las cosas habían sido distintas. Thomas era un estudiante de criminología recién licenciado que acababa de entrar en el departamento de homicidios. Tenía todas las aptitudes necesarias para llegar a ser un gran detective, y comenzó como protegido del que posiblemente fuese el más famoso detective de homicidios que los cuerpos de seguridad alemanes conocieran, Magnus Heimsfit. Magnus fue lo más parecido a un hermano mayor que Thomas había tenido, puesto que siendo el apenas un bebe sus padres habían sido asesinados por un atracador, y él había sido criado por su abuelo. De ahí le venia su vocación de detective, y su férrea determinación de detener a aquellos que asesinaban a otros.
Pero todo se torció una lluviosa noche de invierno hace ya once años. La persecución de un sospechoso especialmente esquivo termino en tragedia con Magnus muerto y Thomas en coma durante dos meses. Al despertar se entero de que la investigación había echado las culpas a Magnus, el apenas podía recordar que le había golpeado, pero sabía que se habían seguido todos los protocolos del departamento y que Magnus nunca cometía errores. Para empeorar las cosas el cadáver había desaparecido en extrañas circunstancias del depósito. Thomas fue apartado de la investigación y destinado a robos hasta que la investigación terminó. Seguramente lo que más odió de todo aquello fue el tener que aceptar aquella medalla pisoteando el recuerdo de su mentor.
Desde entonces han pasado once largos años y la investigación sobre aquel misterioso asesino se cerró por falta de pruebas. Thomas se aisló de todo y de todos, preocupándose tan solo por la esposa y la hija de Magnus. Pero desde la muerte de Clarissa, la viuda de su mentor, hace ya cinco años apenas si había tenido tratos con su hija, la joven Elaine, estudiante de medicina de 24 años la cual le sigue llamando tío Thomas. Esto sin incluir, por supuesto, a su abuelo Anthon que vive fuera de Berlín, en una cabaña en los bosques del norte del país, y al que Thomas apenas ve debido a su trabajo pero con el que le une un gran aprecio.
Hace cuatro años Thomas entro en la unidad de crímenes especiales de la Metropolitana de Berlín donde se dedica a resolver crímenes especialmente significativos, violentos o en serie. Allí ha destacado en varios grandes casos, pero tratando siempre desdeñando la fama con el frío carácter por el que es conocido. Actualmente su compañero es Bob Fredha, un quincuagenario veterano del departamento de antivicio, ahora en crímenes especiales, que ve más allá de todo el dolor y la frustración con los que Thomas se ha rodeado y que lleva los últimos años tratando de socializarlo.
La vida de Thomas transcurre tranquila en su apartamento en un barrio tranquilo de Berlín donde se dedica a su única afición aparte del trabajo, leer. Además del piso Thomas posee un Volksbagen algo viejo, pero aun en buenas condiciones. Posee un busca y un móvil debido a su trabajo.
2 comentarios:
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